El FMI en su reciente informe sobre Perspectivas de la economía mundial sostiene que en previos debates sobre política económica, el escenario de una pandemia había sido planteado como una posibilidad, pero sin que nadie tuviera una idea clara de lo que implicaría en la realidad ni de lo que supondría para la economía.
El organismo establece además que se trata de una crisis sin precedentes. En primer lugar, porque el shock es enorme. La pérdida del producto relacionada con esta emergencia sanitaria y con las consiguientes medidas de contención eclipsa por completo las pérdidas que desencadenaron la crisis financiera mundial. En segundo lugar, porque al igual que en una guerra o una crisis política, la incertidumbre reinante en torno a la duración y la intensidad del shock es persistente y severa. En tercer lugar, porque en las actuales circunstancias, la política económica ha de desempeñar un papel muy diferente. En crisis normales, las autoridades encargadas de las políticas procuran impulsar la actividad económica estimulando la demanda agregada lo más pronto posible. Esta vez, según el FMI, la crisis es consecuencia en gran parte de las necesarias medidas de contención. Esto significa que estimular la actividad es una tarea aún más complicada y, al menos en el caso de los sectores más afectados, ni siquiera es algo recomendable.
Todos estos elementos hacen, de acuerdo al FMI, que persista una considerable incertidumbre en torno al pronóstico, la pandemia en sí, las secuelas macroeconómicas y las consiguientes tensiones en los mercados financieros y de materias primas.
Es muy probable que este año la economía mundial experimente la peor recesión desde la Gran Depresión, que relegará a un segundo plano la recesión registrada durante la crisis financiera mundial hace una década. Según las proyecciones del FMI, el Gran Confinamiento, como cabría denominarlo, provocará una drástica contracción del crecimiento mundial. Para 2021 se proyecta una recuperación parcial, con tasas de crecimiento superiores a la tendencia, pero con un nivel del PIB que permanecerá por debajo de la tendencia previa al virus, y con mucha incertidumbre en cuanto al vigor de la recuperación. Es posible, y quizás hasta probable, que se registren cifras de crecimiento mucho peores. Esto sucedería si la pandemia y las medidas de contención se prolongan, si las economías emergentes y en desarrollo se ven aún más golpeadas, si persisten las condiciones financieras restrictivas, o si se registran secuelas más duraderas y generalizadas debidas a cierres de empresas y desempleo prolongado.
El FMI sostiene que será necesario abordar la crisis en dos fases: una de contención y estabilización, seguida de otra de recuperación. En ambas fases, las políticas de salud pública y las políticas económicas han de cumplir papeles fundamentales. Las cuarentenas, los confinamientos y el distanciamiento social son indispensables para desacelerar el contagio, dar tiempo a los sistemas sanitarios para que puedan absorber la escalada de la demanda de sus servicios y dar tiempo asimismo a los investigadores para que procuren desarrollar tratamientos y una vacuna. Estas medidas pueden ayudar a evitar una caída de la actividad aún más grave y prolongada, y pueden sentar las bases para la recuperación económica.
Garantizar las necesidades
Mientras la economía esté paralizada, las autoridades tendrán que garantizar que la gente pueda cubrir sus necesidades y que las empresas puedan reactivarse una vez que hayan pasado las fases agudas de la pandemia. A tales efectos se necesitan importantes medidas fiscales, monetarias y financieras focalizadas para preservar los vínculos económicos entre trabajadores y empresas y entre prestamistas y prestatarios, manteniendo intacta la infraestructura económica y financiera de la sociedad. Resulta alentador que en muchos países las autoridades hayan confrontado este reto sin precedentes adoptando de inmediato una amplia gama de medidas.
Los estímulos de amplia base y los servicios de liquidez para reducir la tensión financiera sistémica pueden apuntalar la confianza y evitar una contracción aún más profunda de la demanda, al limitar la amplificación del shock en el sistema financiero y al afianzar las expectativas de la eventual recuperación económica. Las rápidas e importantes medidas adoptadas por varios bancos centrales también han sido cruciales en este sentido, y han evitado caídas aún más bruscas de los precios de los activos y la confianza. Algo particularmente importante ha sido la activación y el establecimiento de líneas de crédito recíproco (o de swap) entre los principales bancos centrales con el fin de proporcionar liquidez a escala internacional.
El panorama económico se verá radicalmente alterado durante el período de la crisis y posiblemente después, con una mayor participación del gobierno y los bancos centrales en la economía.
Las economías avanzadas que cuentan con una sólida capacidad de gestión de gobierno, sistemas sanitarios bien equipados y el privilegio de emitir monedas de reserva gozan de condiciones relativamente mejores para afrontar la crisis. Pero varias economías de mercados emergentes y en desarrollo que carecen de activos similares y que afrontan crisis sanitarias, económicas y financieras simultáneas necesitarán la ayuda de acreedores bilaterales de las economías avanzadas y de instituciones financieras internacionales.
La última vez que la economía mundial se enfrentó a una crisis de esta magnitud en la década de 1930, la falta de un prestamista multilateral de última instancia obligó a los países a salir en búsqueda de liquidez internacional, para lo cual adoptaron vanas políticas mercantilistas que no hicieron sino empeorar la desaceleración mundial. Una diferencia clave en la actual crisis es que ahora contamos con una red mundial de seguridad financiera más sólida que ya está brindando ayuda activamente a los países vulnerables.
Recuperación V
En relación a las proyecciones económicas del FMI para los diferentes países, cabe señalar que se prevé una recuperación en forma de V, que está sujeta a una serie de supuestos sobre la evolución y gestión de la crisis sanitaria, aunque podría ser peor en función de la materialización de los riesgos a la baja y de las características propias de cada economía.
Uno de los elementos más destacables de las previsiones del FMI para la economía española es que, así como en años anteriores su crecimiento estaba en la banda alta y por encima de la media de Europa, ahora, los efectos de la crisis se estiman mucho más pronunciados para España, sólo igualada por Italia.
España: el PIB cae 10 puntos
En 2020, el FMI estima una caída del PIB de España de aproximadamente 10 puntos porcentuales, pasando su crecimiento del +2,0% en 2019 al -8,0% en 2020, un impacto negativo estimado muy superior del de la zona euro (del +1,2% en 2019 al -7,5% en 2020).
La contracara de esta evolución del PIB más negativa para España, será el impacto tan pronunciado en la tasa de paro, que para el caso español se proyecta que pasará del 14,1% en 2019 al 20,8% en 2020, es decir, más de 6 puntos porcentuales.
En otras economías, como en Alemania por ejemplo, el aumento del paro se estima en unas pocas décimas; en otras, como en Italia, se prevé un incremento del paro de un par de puntos, pero con una rápida reversión a la situación actual.
Es muy importante destacar, que en el caso de España, el FMI prevé un impacto de esta crisis en términos de empleo mucho más profundo y persistente que en el resto de economías de referencia.
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