De un tiempo a esta parte, distintas administraciones lucen una vertiginosa creatividad en lo que hace referencia a la creación de nuevos impuestos o a la subida de impuestos actuales, olvidándose de los efectos negativos que puede tener para una economía tan abierta e implicada internacionalmente como la española.
Si bien es cierto que la recaudación cayó en la fase de crisis, pues es procíclica, y que para sostener el Estado de Bienestar se tuvieron que asumir incrementos impositivos, resulta también cierto que, con la fuerte recuperación de nuestra economia, la recaudación también ha aumentado de forma significativa, por lo que en un contexto de una cierta desaceleración económica, y con los vientos de cola girándose (léase subida del precio de petróleo, normalización de la política monetaria, etc.) resulta inadecuada una estrategia de subida de impuestos que pueda agravar dicha desaceleración, y por lo tanto, afectar a la recaudación impositiva.
Ese mismo contexto internacional, y especialmente en el mundo empresarial, es donde se debe mostrar una mayor sensibilidad hacia la mejora de la competitividad fiscal -y no para subirla, dificultando la atracción de capital a nuestro país-, sino para continuar con la reducción de los niveles de paro y la generación de empleo de calidad. De ahí, que Foment del Treball vea con preocupación y desasosiego los anuncios de subidas impositivas que tan alegremente se han hecho públicos, pues no hay que olvidar la incompatibilidad que existe entre el apoyo a la actividad económica y la desmesura -y cuando se produce desmesura- y desorden en el sistema impositivo.
Hay que recordar, que el Impuesto sobre Sociedades ha tenido en los últimos años infinidad de cambios normativos, resultando ya un sudoku en función del ejercicio fiscal, o que incluso se ha cambiado bruscamente derechos con carácter retroactivo; o se limiten la aplicación de las bases negativas, pues las empresas también han padecido la crisis.
Adicionalmente, resulta también necesaria una reforma en profundidad de la fiscalidad autonómica y local. No se pueden ni se deben ir añadiendo e inventando nuevas figuras impositivas, como por ejemplo, en el campo medioambiental, pero con finalidad esencialmente recaudatoria, que vienen a enturbiar y complicar la actividad económica y la vida a los contribuyentes.
Por todo ello, Foment no participa de la necesidad de subir la fiscalidad en nuestro país, sino de articular una reforma del gasto público, buscando su eficiencia. En el índice que elabora anualmente el Foro Económico Mundial, España queda relegada al puesto 32, detrás de la República Checa y por delante de Chile en este ámbito, en que hay aún relevantes mejoras a desarrollar.
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